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10 de Setiembre de 2017

Crítica de música: Espacio meritorio para Malpaís

Malpaís se convirtió en la primera agrupación costarricense en tener para sí sola el Auditorio Coca Cola, en Parque Viva. Con semejante responsabilidad, restaba un reto: respaldar el hecho histórico con un espectáculo de altura para un espacio como este.

Aunque a veces los ojos engañan, con tan solo la puesta en escena al inicio del concierto, y ya con los artistas en tarima, era previsible que sería una noche de un gran espectáculo.

La escenografía repleta de pequeños paneles sostenidos en andamios resultó sencilla y a la vez vistosa, también se utilizaron dos niveles de sobretarima para los músicos.

Además, a cada lado del escenario se dispuso a un grupo de espectadores a lo largo de todo el recital. La decisión podría describirse como disruptiva, pues pocas veces se ve algo así en un escenario tan grande, sin embargo, los "invitados" nunca se percibieron como entrometidos.

También es raro tener al artista estelar acompañando al artista invitado pero aquí ocurrió con tino. El primer bloque del concierto contó con Malpaís respaldando varios temas de Max Goldenberg, pertenecientes al hermoso disco El ermitaño (2017).

La ejecución en directo de los arreglos compuestos por Fidel Gamboa para la cimarrona La Espantaperros le dieron un carácter especial, transmitiendo con gran suceso los sentimientos de nostalgia y alegría que yacen en la profundidad de cada uno de los temas de este álbum. Goldenberg se mantuvo estático, pero esto no lo limitó significativamente en la interpretación vocal.

Para el bloque de material de Malpaís los arreglos se mantuvieron grandilocuentes, en parte también gracias a la precisa dirección de Bernardo Quesada, a cargo de la conducción del quinteto de cuerdas y de la cimarrona de metales, sumando un piano y una marimba en ciertas piezas. Fueron muy acertadas las decisiones de hacer variaciones especiales en la instrumentación para diferentes temas, así como en cambios en estructuras y en intenciones.

Algunas obras contaron con introducciones sorpresivas, también con puentes alargados, inserciones de solos e inclusive finales pomposos, como en el cierre de Otro lugar.

La identidad musical de Malpaís se caracteriza por múltiples detalles.

A veces esto ocurre en trinos de la mandolina, en tecleos sutiles del piano, en jugueteos de la percusión o hasta coros. En conjunto, todos esos detalles, aunados al talento individual, se suman para generar un sonido grupal redondo.

Por conciertos como el ofrecido en Parque Viva, se evidencia que el grupo sigue trabajando con empeño, que mantiene la actitud y, principalmente, la iniciativa junto con la veta creativa.

El setlist fue extenso pero nunca aburrido, tuvo un orden acertado y las intervenciones entre un tema y otro fueron siempre valiosas. A Malpaís nunca le quedó grande el escenario. El grupo sacó la casta frente a un aforo lleno en una noche inolvidable no por el diluvio, sino por las canciones.

Tomado de: Nacion.com

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